El pasado 7 de noviembre, al caer la tarde, a pesar de la lluvia, las calles de Lezkairu se iluminaron con decenas de farolillos. Fue uno de esos momentos que nos recuerdan por qué una escuela pública puede ser el corazón de un barrio.
La celebración se enmarca en la tradición alemana del Día de Sankt Martin, fiesta profundamente arraigada en ese país, donde se realizan Laternenumzüge —procesiones de farolillos— para simbolizar la voluntad de llevar luz a quienes lo necesitan. San Martín representa la solidaridad y la generosidad: fue un soldado romano que, en una noche fría, compartió su capa con una persona que pasaba necesidad. Su gesto es un recordatorio de que pequeños actos de cuidado pueden transformar el mundo. En nuestro colegio, este mensaje cobró vida. Durante el pasacalles del día 7, el alumnado demostró que la diversidad de nuestro colegio que une varios modelos (PAL y D) y que tiene una enorme diversidad cultural no es una barrera, sino una riqueza que nos une. Farolillo en mano, cada criatura aportó su luz, su voz y su identidad a un desfile que no fue solo festivo, sino profundamente simbólico.
El día 11 de noviembre, verdaderamente el día de Sankt Martin fue la celebración en nuestro colegio. Se cantaron canciones tradicionales, se dieron mandarinas en esa semana de almuerzo para todo el colegio, se representó la historia de San Martín y se volvió a subrayar lo más importante: que en el Paderborn Lezkairu nadie celebra ni aprende en soledad.
Esta actividad refleja el compromiso del colegio con su Proyecto Educativo, basado en una misión clara: construir una escuela pública inclusiva, innovadora, intercultural y comprometida con el bienestar de todas las personas que la forman. El profesorado del centro —que impulsa propuestas pedagógicas ambiciosas, creativas y sensibles a la diversidad— hizo posible que esta celebración no fuera solo un acto cultural, sino una experiencia de aprendizaje significativo.
Los valores de esta fiesta se conectan de manera natural con los de nuestro colegio: Inclusión real: todo el alumnado participa, independientemente del modelo lingüístico, de sus capacidades o de sus contextos familiars; Interculturalidad: celebramos una tradición alemana en Navarra, en un centro con múltiples lenguas, culturas y formas de estar en el mundo; Innovación educativa: convertir una festividad en una experiencia vivencial, artística y emocional es una muestra del enfoque pedagógico del centro; Solidaridad y cuidado mutuo: como hizo San Martín, compartimos lo que tenemos: tiempo, atención, apoyo, acompañamiento.
Cada farolillo encendido fue un símbolo compartido: cuando uno se apagaba, otra persona lo iluminaba con el suyo. Cuando una voz dudaba, otra la acompañaba. La comunidad educativa brilló en su conjunto. Y es ahí donde nace la magia: en la certeza de que la educación no es solo transmitir contenidos, sino construir ciudadanía; no es solo enseñar, sino acompañar y aprender juntas. Una imagen que queda en la memoria: un patio lleno de farolillos encendidos, manos pequeñas sujetándolos con orgullo. Y una sensación compartida: en el Paderborn Lezkairu no solo aprendemos idiomas: aprendemos a iluminar el camino de quienes nos rodean. Que esta luz —la de los farolillos, la del cuidado y la de la comunidad— siga guiando nuestro proyecto educativo. Porque cuando compartimos la luz, el mundo deja de ser oscuro para todas las personas. Así como San Martín dividió su capa para abrigar a quien tenía frío, así también nuestra escuela puede convertirse cada día en un espacio que abriga, alumbra y acompaña. Cada farolillo encendido en manos de nuestros niños y niñas es símbolo de esperanza, de compromiso, de comunidad. Que esta celebración del Día de Sankt Martín nos recuerde que, juntos, podemos encender muchas luces —en el aula, en el barrio, en la vida— y que esa luz, compartida, transforma. Que el Colegio Público Paderborn Lezkairu siga siendo ese lugar donde la luz de la inclusión, del respeto, del cuidado mutuo nunca se apague.
